Nació en Berlín, sirvió como soldado en la primera Guerra
Mundial y participó posteriormente en la revolución socialista que fue
aplastada por las fuerzas de la República de Weimar.
Después de completar sus estudios en la Universidad de
Friburgo de Brisgovia en 1922, regresó a Berlín, donde trabajó como vendedor de
libros. Regresó a Friburgo en 1929 para escribir una «habilitación»
(disertación postdoctoral para obtener el grado académico de profesor) con
Martin Heidegger.
En 1933, debido a que no le sería permitido por ser judío
completar su proyecto bajo el régimen nazi, Marcuse empezó a trabajar en el
Instituto de Investigación Social en Frankfurt del Meno y, junto con Max
Horkheimer y Theodor Adorno, se convirtió en uno de los más destacados teóricos
de la Escuela de Frankfurt.
Emigró de Alemania ese mismo año, yendo primero a Suiza y
luego a los Estados Unidos, donde obtuvo la ciudadanía en 1940. Durante la
Segunda Guerra Mundial trabajó para la Oficina de Servicios Estratégicos de los
Estados Unidos (US Office of Strategic Services), precursora de la CIA,
analizando informes de estrategia sobre Alemania (1942, 1945, 1951).
En 1952 inició una carrera docente como teórico político,
primero en la Universidad de Columbia y en Harvard, luego en la Universidad
Brandeis desde 1958 hasta 1965, donde fue profesor de filosofía y política, y
finalmente (ya jubilado), en la Universidad de California, San Diego. En
la época después de la guerra, fue el miembro más políticamente explícito e
izquierdista de la Escuela de Frankfurt, debido a su dedicación a aplicar
políticas de emancipación, como la liberación de la mujer o las ideologías
juveniles a la primera Teoría Crítica. Empieza a ser consciente de las
principales limitaciones prácticas de la primera escuela de Frankfurt, y de la
necesidad de perfilar las tesis sobre cultura y sociedad, identificándose a sí
mismo como marxista, socialista y hegeliano. Fue además un gran aporte teórico
para la emergencia de los movimientos juveniles de protesta, como el movimiento
hippie.
Marcuse murió el 26 de julio del año 1979, después de haber
sufrido una apoplejía durante una visita a Alemania. El teórico Jürgen
Habermas, de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt, cuidó de él
durante sus últimos días.
Herbert Marcuse fue uno de los filósofos políticos alemanes
que integró la denominada Escuela de Frankfurt. Aunque presenta figuras
heterogéneas, esta corriente intelectual se inició hacia 1930 y constituyó un
intento de adaptación del marxismo a los cambios que se produjeron desde
principios del siglo XX. Sus grandes figuras fueron sobre todo Max Horkheimer,
Theodor Adorno, el propio Marcuse y más recientemente Jürgen Habermas. Todos
ellos desarrollaron abstracciones filosóficas y teóricas originales para revitalizar
el legado crítico de la obra de Karl Marx.
Su visión de la liberación y el desarrollo pleno del
individuo en una sociedad no represiva distinguió muy positivamente sus
escritos, junto con una aguda crítica de las formas existentes de dominación y
opresión que existían en la sociedad industrial y permanecerían o se habrían
agravado con la nueva revolución tecnológica de fines del siglo pasado.
Marcuse tuvo el acierto de demostrar cómo la ciencia, la
tecnología y la teoría en sí tienen una dimensión política, elaborando un
sólido cuerpo de análisis de-velador de los mecanismos de muchas de las formas
dominantes de la sociedad, la cultura y el pensamiento de la época en que
vivió, las cuales no son ajenas a la sociedad post-industrial. Asimismo sus
trabajos principales superaron las limitaciones de las tendencias de la
filosofía y la teoría social y política actuales que niegan la posibilidad del
progreso social. Marcuse enarboló siempre la defensa de la razón científica y
sus escritos proporcionaron un punto de partida viable para abordar problemas
filosóficos y políticos permanentes, particularmente en las periferias de las
sociedades desarrolladas que le interesaron con intensidad; su defensa de la
razón anticipó el peligro que constituiría el rechazo irracional de la sociedad
industrial. Su estrecha articulación de la filosofía con la teoría social, la
crítica cultural y las respuestas políticas adecuadas a realidades cambiantes,
parecen un legado perdurable.
En parte como respuesta a la caída del comunismo y en parte
como resultado de nuevas condiciones tecnológicas y económicas, el sistema
capitalista está siendo objeto de desorganización y reorganización. La lealtad
al marxismo de Marcuse siempre lo llevó a analizar las nuevas condiciones de
las sociedades capitalistas que se generaron desde la época de Marx, camino
ignorado por diversos "marxismos" existentes. La teoría social puede
construir ahora, a partir de la tradición marcusiana, teorías críticas
indispensables en las sociedades del siglo XXI, basadas en el análisis de dichas
transformaciones del capitalismo, su creciente heterogeneidad y la aparición de
un complejo y vacilante sistema económico mundial.
Mientras que diversas versiones de las teorías positivistas
y posmodernas han renunciado a analizar la perspectiva de todo cambio social y
político sustantivo, Marcuse intentó vincular la razón crítica con los
movimientos políticos más radicalizados de la época y, por lo tanto, politizar
su filosofía y su teoría social; alejándolos del peligro de la irracionalidad y
el fanatismo. Dadas la actual multiplicidad de guerras de ocupación casi
colonizadoras y las diferencias sociales abismales que están generando una
conflictividad potencialmente explosiva e irracional, su pensamiento sigue
proporcionando importantes recursos y un estímulo para renovar de forma
permanente la teoría política crítica; en consecuencia, la relectura de sus
obras sigue proporcionando recursos importantes para estudiar la situación
actual, en la medida en que podría inspirar la indispensable diversidad de
teorías políticas que den cuenta de la variedad de formas de democratización
que realmente contribuyan a eliminar la explotación del hombre por el hombre.
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