domingo, 2 de marzo de 2014

Theodor Adorno


El 11 de septiembre de 1903 nace en Frankfurt Theodor Wiesengrund Adorno, hijo de un comerciante de vinos y una soprano, y hermano de una pianista. Su madre y su hermana, ligadas a la música como eran, le inculcaron esta afición que se mantendría durante el resto de su vida. A los 17 años, Adorno ya escribía sus primeras piezas musicales de corte vanguardista. Estudió filosofía, psicología, sociología y música en la Universidad Johann Wolfgang Goethe de su ciudad natal y presentó su tesis doctoral sobre la obra de Kierkegaard, luego de que le fuera rechazado un primer intento en el que trataba a Kant y a Freud.


Adorno y la Teoría Crítica tienen una interpretación marxista de la sociedad. Para ellos, su estructura está organizada en tres distintos planos. El primero, el plano económico, con una tensión constante entre los dueños de la acumulación de los recursos del capital y el proletariado, aquellos que solo son dueños de su familia, de su prole. Esta tensión se sitúa en la base de la sociedad y sería la base de la teoría más ortodoxa y economicista del marxismo. Por encima están las “superestructuras”, es decir, la esfera cultural en la cual están contenidas las mentalidades, las estéticas, los valores. Por último, están los aparatos ideológicos, aquellos encargados de preservar mediante su autoridad o su fuerza el orden ideológico de la sociedad. En esta esfera están el Estado, el ejército, la Iglesia, la escuela, la familia, todos órganos con poder normativo o coercitivo.

Este modelo se sitúa en un contexto histórico posterior –pero no alejado– a la Revolución Francesa, a la Ilustración, definida por Kant como el motor que da inicio al triunfo de la razón autónoma, donde se tiene una fe casi ciega sobre esta. Dada esta fe es que, combatiendo al mito medieval, el poder casi omnipotente de la razón, desde la Ilustración hasta nuestros días, ha transformado el concepto de verdad reduciéndolo a un mero conjunto de comprobaciones matemáticas, positivistas. En línea con esto, el hombre ha querido utilizar la razón para dominar a la naturaleza, sin darse cuenta que al dominar a esta, termina dominando a los propios hombres, debiendo mantenerlos uniformes y controlados, factibles de ser matemática, y por ende, racionalmente estudiados. Es por eso que la razón, al enfrentarse al mito, se convierte en él, en un mito de posible control del todo pero que no puede ser conseguido sin el control de los demás, que no puede solucionar, por ende, la tensión por la diferencia entre las clases sociales porque solo la agudiza, solo agranda la brecha entre dominantes y dominados. Esta es la razón instrumental, la que es utilizada como instrumento para dominar.

Esta es, para Adorno la dialéctica negativa de la Ilustración, una dialéctica que en vez de alcanzar la síntesis entre los opuestos se divide constantemente, está hecha de divisiones y condenada a ellas. Como mencioné, el mito de la razón consiste en que esta no es capaz de reconciliar las tensiones de clases, más bien las agrava; y así, esta dialéctica negativa se basa en contradicciones tales como el conocimiento de la explotación en los procesos de producción y el conformismo con ellos.

En consecuencia con todo lo anterior, en la sociedad burguesa moderna, como la concibe Adorno, existe una alianza entre aquellos dueños del capital y los exponentes de los aparatos ideológicos de la esfera política para utilizar las superestructuras culturales en pro de mantener controlado al proletariado. Es decir, la razón instrumental desarrolla una cultura para las masas, una industria cultural ubicada entre las mentalidades y las estéticas pero con características particulares que tienen como fin atontar al espectador con un proceso sistematizado, estandarizado. La Industria Cultural será explicada más adelante. Es así como los medios de comunicación en esta sociedad burguesa moderna pasan a formar parte de los aparatos ideológicos con poder normativo, cumpliendo una función similar a la de la Iglesia o la escuela.

Theodor Adorno concibe a la sociedad como una estructura con tres planos: económico, cultural y político. En el primero se sitúa la disputa clásica marxista entre el capitalista y el proletario; en la segunda, las superestructuras de producción de contenidos y formas de pensar; y en la tercera, los aparatos ideológicos de control, entre los cuales ubica a los medios de comunicación. Estos, en alianza con los dueños del capital, buscan la forma de controlar a las masas mediante la producción de contenidos en una Industria Cultural.


La Industria cultural es el arma de control de masas dentro del sistema planteado por la Teoría Crítica. Se caracteriza porque sus contenidos, es decir, la Cultura de Masas, son monótonos, repetitivos y embobantes. No busca ser original ni instar al pensamiento reflexivo, por el contrario, busca brindar estímulos rápidos de respuesta inmediata, por medio de los cuales la persona concibe a la crítica como un esfuerzo innecesario y demasiado trabajoso. Se aplica el principio de estandarización en la producción de sus contenidos y se rige por la rentabilidad que estos puedan obtener.

Los planteamientos de Theodor Adorno y, en general, de los teóricos de la Escuela de Frankfurt son aún reconocibles en el presente. Prueba de ellos son los debates sobre la parcialización de los medios de comunicación con intereses distintos a los que honestamente podrían defender. Además la polémica en torno a la apropiación del trabajo y explotación de las personas para fabricar productos que no guardan rastro de ellos y que son consumidos por un conjunto de personas que creen que todo anda bien y camino a algo mejor. Finalmente, está el debate sobre la tiranía del rating por sobre lo realmente valorable en los contenidos de las industrias culturales de hoy y es claro que estos siguen siendo víctimas de la monotonía y los formatos preestablecidos. No obstante, aunque todo esto puede sonar fatalista y exagerado, es menester aclarar que esto es solo un modelo que habla de tendencias, las cuales pueden ser constatadas en la realidad pero que sería un error tomar como reglas absolutas.

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